El tablero nunca olvida… ¿y tú?
El tablero nunca olvida… ¿y tú?
Cada jugador deja una marca, aunque las piezas se repongan al final. Esa jugada impulsiva en el medio juego, ese sacrificio audaz que nadie esperaba, la omisión que transformó una victoria en derrota: el tablero registra todo sin necesidad de palabras. No juzga, no corrige. Solo archiva.
Y es que el ajedrez, al igual que la memoria, conserva no solo el qué, sino también el cómo: cómo llegaste a esa jugada, en qué estado emocional, con qué visión del juego. Aunque olvides el resultado, el tablero lo recuerda todo.
El pasado no es pasado en 64 casillas
No importa cuántas veces borres la partida del reloj, cuántos nuevos oponentes enfrentes. Si no procesas tus errores, vuelven. Si no aprendes de tu intuición, se desvanece. En ese sentido, el tablero es como la conciencia: siempre encuentra la manera de devolverte lo que evitaste mirar.
Hay jugadores que vuelven a cometer los mismos errores una y otra vez, sin saber que no es una cuestión técnica, sino emocional. El tablero no solo te confronta con el rival: te refleja.
La victoria se olvida. La experiencia, no.
Es curioso: puedes olvidar con quién jugaste, o si ganaste o perdiste… pero no olvidas cómo te sentiste al sacrificar esa torre, o cómo vibró tu pecho al anunciar jaque mate. El ajedrez graba sensaciones, no solo jugadas.
Y es ahí donde reside su poder simbólico: lo que te ocurre en el tablero se queda contigo, te moldea, te acompaña. El aprendizaje no siempre se hace explícito, pero viaja contigo al siguiente juego.
Jugar es recordar quién eres
Hay partidas que vuelves a ver años después y reconoces partes de ti que ya no existen. Otras en las que te sorprendes a ti mismo con la valentía que hoy no tendrías.
El ajedrez no olvida tus etapas, tus versiones, tus búsquedas. Y al revisar una partida antigua, no solo ves cómo jugabas: ves cómo pensabas, qué te importaba, cómo decidías bajo presión.
Quizá por eso el tablero tiene algo de archivo biográfico. No de lo que fuiste “como jugador”, sino como persona.
¿Y tú… qué eliges no olvidar?
Quizá la mejor forma de seguir evolucionando no es solo jugar más, sino recordar mejor. Revisar esas partidas antiguas como quien lee un diario. Escuchar lo que el tablero intentó decirte cuando tú solo querías ganar. Porque no siempre gana el que más sabe, sino el que más se conoce a sí mismo.
El tablero guarda tus verdades
“Tabla”, “mate” o “abandono” no son finales: son puertas. Cada una te deja algo. Y aunque sigas adelante, el tablero, en su silencio exacto, conserva tus momentos más reveladores. Tal vez no puedas volver a jugar esa partida, pero puedes volver a aprender de ella… si tienes el valor de mirar.
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