Pensar como reina, moverse como peón: ajedrez y marca personal en tiempos de cambio
El tablero como espejo de identidad
Cada partida de ajedrez es una representación simbólica de cómo enfrentamos el mundo: con estrategia, intuición, sacrificios y silencios. En ese sentido, el tablero no solo refleja decisiones, sino también identidades.
¿Jugamos a la defensiva o con audacia? ¿Protegemos lo que tenemos o arriesgamos por lo que queremos? Estas preguntas no solo aplican al juego, sino a cómo construimos nuestra marca personal y profesional.
La apertura: primeras impresiones que definen el ritmo
En ajedrez, la apertura marca el tono de la partida. En branding, ocurre lo mismo: los primeros movimientos —una publicación, una conversación, una propuesta— definen cómo seremos percibidos.
No se trata de impresionar, sino de ser coherentes. Una buena apertura no busca control inmediato, sino posicionamiento estratégico. Saber cuándo avanzar y cuándo observar es parte del arte.
El medio juego: adaptarse sin perder el propósito
Aquí es donde se define la verdadera estrategia. En el medio juego, las piezas se cruzan, los planes se ajustan, y los errores se vuelven oportunidades. En la vida profesional, este momento es constante: cambios de rol, nuevos clientes, crisis inesperadas.
El ajedrez enseña que adaptarse no es debilidad, sino inteligencia. La marca personal que evoluciona sin perder su esencia es la que perdura.
El final: menos piezas, más claridad
Cuando el tablero se vacía, cada movimiento pesa más. En branding, esto ocurre cuando los recursos son limitados, el tiempo apremia o la audiencia exige profundidad.
El final de partida nos recuerda que la simplicidad estratégica puede ser más poderosa que la abundancia táctica. Saber cerrar con elegancia, con propósito, con impacto, es tan importante como saber comenzar.
El sacrificio como narrativa
En ajedrez, sacrificar una pieza no es perder, es apostar. En la construcción de marca, también hay sacrificios: decir no a ciertos proyectos, redefinir el enfoque, abandonar lo que ya no representa.
Estos actos, lejos de debilitar, fortalecen. Porque cada sacrificio bien pensado cuenta una historia de visión, coherencia y coraje.
Conclusión: jugar con intención, construir con estrategia
El ajedrez no es solo un juego de lógica, es una escuela de identidad. Nos enseña a pensar antes de actuar, a valorar cada pieza, a entender que el éxito no siempre se mide en victorias rápidas.
En tiempos de cambio, construir una marca personal sólida requiere lo mismo que una buena partida: visión, paciencia, audacia y propósito.
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