“Música, matemáticas y ajedrez son tres campos intelectuales en los que los seres humanos han realizado importantes hazañas antes de alcan...
“Música, matemáticas y ajedrez son tres campos intelectuales en los que los seres humanos han realizado importantes hazañas antes de alcanzar la pubertad". Así lo explicaba George Steiner
“Música, matemáticas y ajedrez son tres campos intelectuales en los que los seres humanos han realizado importantes hazañas antes de alcanzar la pubertad". Así lo explicaba George Steiner en “Muerte de reyes” en 1968.
Ahora que se anuncia para el otoño una exposición sobre las relaciones entre Marcel Duchamp y el ajedrez, las reflexiones sobre este juego vuelven a estar en la actualidad.
El niño prodigio, sigue diciendo Steiner, sabe el orden, la dimensión apropiada de la suma o de la figura geométrica antes de haber dado los pasos intermedios. El niño predice el jaque mate en seis jugadas porque la victoriosa posición inicial, la configuración más eficiente de sus piezas en el tablero, se encuentra “allí” de cierto modo, clara y precisamente enfocada en su mente.
El ajedrez es un juego en el que 32 piezas de marfil, cuerno, madera, metal o (en campos de concentración) aserrín pegado con betún, son movidas en un espacio de sesenta y cuatro casillas de colores alternos. Para el aficionado, una descripción de ese tipo es una blasfemia.
El verdadero jugador
Para el verdadero jugador de ajedrez, el acto de mover 32 piezas en un espacio de 8x8 casillas es un fin en sí mismo, un modo muy completo al lado del cual la vida biológica, política o social da la impresión de ser desordenada, aburrida y contingente…¿Existe algo más fuera del ajedrez? Pregunta necia que, sin embargo, todo verdadero jugador se ha hecho antes. Y cuya respuesta es al menos incierta.
Se ha calculado que hay más variantes posibles en una partida de ajedrez que átomos en nuestro vasto universo. El número posible de modos legítimos de hacer las 4 primeras jugadas de cada lago llega a 318.979.548.000.
Jugando una partida por minuto y sin repetirla nunca, todos los habitantes del globo terráqueo necesitarían doscientos dieciséis billones de años para agotar todas las maneras concebibles de hacer las primeras diez jugadas de los ajedrecistas que narra Nabokov.
“Hoy me conformo con jugar, escribió a su vez Duchamps. Todavía soy una víctima del ajedrez. Tiene toda la belleza del arte y mucho más. No puede ser comercializado. El ajedrez es más puro que el arte en su posición social. Las piezas del ajedrez son las piezas del alfabeto que moldean los pensamientos, aunque forman un diseño visual en el tablero, expresan abstractamente su belleza como un poema… He llegado a la conclusión personal que, si bien no todos los artista son jugadores de ajedrez, todos los jugadores de ajedrez son artistas”.
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